Cotopaxi, tierra de hobbits y aventuras

En Ecuador, existen aún lugares de extensa naturaleza, paisajes vastos que han escapado de la (mala) influencia del desarrollo. Lugares donde puedes perder la noción del tiempo y donde cada paso que das te acerca a otra dimensión. Es casi impensable que aún puedas recorrer durante días por mundos en los que no te cruzas con otro ser humano y que, si te dejas envolver por su magia, descubrirás cosas insólitas alrededor, o incluso en tu interior.

Anduve perdido caminando durante días por los altos páramos de los Andes ecuatorianos. Atrás había dejado atrás la Troncal de la Sierra y las fuentes de Güitig, un manantial de aguas burbujeantes a la que los lugareños atribuían toda clase de poderes curativos. No me había cruzado con nadie desde aquella posada de Machachi, hacía ya algunas lunas. Solo, empujado por una extraña fuerza contra el viento, mis pies discurrían rumbo al este hacia aquella mole nevada a la que llamaban Cotopaxi.

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Al límite, cuando ya arreciaban el frío y el hambre, y la desesperación se apoderaba de mí, una luz pareció dibujarse en el horizonte, en la colina del frente, detrás aquellos cerros ondulantes. Me fui acercando cegado por el optimismo hasta que comenzó a adivinarse una columna de humo que sugería el calor de algún hogar.

Cuando pude acercarme, no creí lo que tenía delante. ¡Alguien había cavado su casa en la colina misma! «Tenía una puerta redonda, perfecta como un ojo de buey», exactamente como explicaba el libro aquel que narraba las peripecias de hobbits, elfos y enanos. ¡Pero aquello era pura fantasía, fruto de la imaginación de algún loco! Esto sin embargo era palpable y real.  Entonces, ¿dónde estaba?

Comarca Ecuador Cotopaxi casa hobbit dibujo.pngEnseguida advertí que no se trataba solamente una casa. Era un pequeño poblado, con sus caminitos de piedra y barandillas de ramas entrelazadas, cada puerta pintada de diferente color. Se respiraba paz y tranquilidad y no parecía haber nadie en casa, así que pasé sin llamar y me cobijé en el interior.

La chimenea estaba encendida como si alguien me hubiera estado esperando. Me despojé de las ropas húmedas y me puse cómodo en este agujero que era ahora refugio. «No un agujero húmedo, sucio, repugnante, con restos de gusanos y olor a fango, ni tampoco un agujero seco, desnudo y arenoso, sin nada en que sentarse o que comer: era un agujero-hobbit, y eso significa comodidad.» Un hogar cálido y muy cómodo.

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Me senté en la cama y miré por la ventana. Hasta ahora no me había podido detener a admirar el paisaje que se extendía ante mí. Y era majestuoso. Justo enfrente se elevaba aquella Montaña Solitaria que se recortaba contra el cielo, clarita en el horizonte, con su cumbre cubierta de nieves perpetuas. El mapa que colgaba de la pared señalaba que se trataba de un volcán de 5.897 metros de altura y luego continuaba con unas runas extrañas que no supe descifrar.

Animado, me aventuré a dar un paseo por los alrededores. Todo estaba cuidado al detalle, con mucho cariño y esmero. Las plantas crecían por todos lados, incluso en los lugares más insospechados. También había animales. Por los prados cercanos deambulaban algunos toros, y caballos, y vacas. Sin embargo, otros seres llamaron poderosamente mi atención. Tenían un pelaje lanudo, como de oveja, pero poco tenían que ver con aquellas. Eran mucho más voluminosas, cual caballo menudo, pero sus cuellos se alargaban de manera singular. Más llamativa incluso era su mirada, altiva y dócil por igual.

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¡Ah! Respiré aliviado por haber tenido la suerte de encontrar tan mágico lugar, casi por error. Mis pies aún empujaban a emprender el camino que serpenteaba hasta el horizonte, pero entonces giré la cabeza y miré hacia la puerta redonda de mi curiosa nueva morada. De pronto, las ganas de correr aventuras desaparecieron y una extraña sensación se apoderó de mí. Deseé permanecer allí al calor del hogar, plantar un pequeño jardín para cuidar de todo aquello que crece, sentarme cada tarde en la mesa junto a la ventana a escribir historias pasadas. Y así mismo hice. Aunque sólo fuera durante unos días tranquilos.

¿Cómo llegar?

Me sentí entre Mordor y Latacunga, a 3 lunas de Rivendel, en busca del calor de alguna posada. Es decir, a medio camino entre la realidad y la ficción, viviendo aventuras inesperadas en un lugar cualquiera en los alrededores del Parque Nacional Cotopaxi.

Entrando por Machachi hacia el Control Norte del Parque, te encuentras con una ruta poco visitada que te permite una experiencia distinta a la del turismo común.

2 comentarios en “Cotopaxi, tierra de hobbits y aventuras

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